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lunes, 22 de diciembre de 2008

Estación “Rosa de Lima”

Después de esta visita relámpago, llegué a la estación “Rosa de Lima” de Burgos y la vi a la luz del día. Si todo hubiera funciona como está programado, podía haber cogido el (único) autobús que sale de la estación nueva y bajar hasta la Plaza de los Delfines (nombre “altamente patriótico” con el que los “endémicamente fascistas” habitantes de Burgos llaman a la oficialmente Plaza de España) para salir corriendo hasta la Estación de Autobuses a coger el Coche de Línea. Como estas cosas no funcionan en España, quedé en que me fueran y buscar. Aprovechamos, obviamente, para comprar, para maldecir la nueva estación y cagarme en el alcalde de Burgos.
También me cagué en la ministra que bautizó la estación. Deberíamos haber hecho como los ovetenses, que se negaron a aceptar el nombre de Clara Campoamor para la estación de Llamaquique. Argumentaron, en buena lógica, que nuestra tradición denomina a las estaciones, puertos y aeropuertos con el nombre de la ciudad a la que sirven más el del distrito donde se hallan. Darles nombres de personas a las que se quiere rememorar es una tradición más americana (a ambos lados del istmo) tardíamente europea. Añado yo que, para una vez que la tradición y la sencillez apuntan en la misma dirección, no cabe duda de cuál debemos seguir. Así pues, deberíamos hablar de la estación de Burgos-Villímar. Por cierto, la ministra pudo satisfacer su capricho bautizando como Clara Campoamor a un barco de Salvamento Marítimo.
Burgos está cada vez más lejos del pueblo. Primero, la estación está en Villímar. Segundo, se cayó el puente de Costana y ahora hay que tomar toda la circunvalación de Salas. Tercero, la variante de los Vados nos aleja más aún Burgos.

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