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lunes, 15 de diciembre de 2008

Más desgracias y consuelos

¿Por qué se me pasaría por la cabeza seguir la línea hasta la estación de los Benedictinos si la línea 8 no pasa por allí? Bueno, una variante pasa cerca, pero la variante que tomé yo no. Así pues, me tuve que bajar en la última parada sin saber dónde estaba, pues estaba fuera de mi plano, sin nadie a quién preguntar, pues a esas horas Francia está muerta, ni autobuses en sentido contrario, pues ya había salido el último. Un poco intuitivamente, y con la información del plano esquemático de las líneas de autobuses, seguí por una calle que parecía llegar a zona más urbana. Llegué a enfilar una avenida que tenía bien iluminada al fondo la torres gótica de la iglesia, lo que me confirmaba que iba bien y sin rodeos. Parecía que subía, pero lo hacíamos para pasar las vías del tren.
Cuando llegué a las ciudad vieja, me puse a buscar un restaurante donde cenar. Sólo encontré una calle donde los hubiera, y pocos abiertos. Entré en un chino, donde suponía que tendría menos problemas de idioma, y así fue. Era una chino de bufet libre, con lo que no necesité comunicarme para poder comer lo que quise. Es lo que me gustaba de los restarantes a quilo brasileños, que son WYSIWYG, como diría van der Hoeven.
A la vuelta a la habitación, puede comprobar cómo el teléfono se había mojado más de los que yo creía. Requiescat in pace, sit Nokiae terra levis. Para utilizar como despertador, conseguí configurar una alarma de una agenda del ordenador, subiendo mucho el volumen y dejándolo cerca de la cama.

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