Salimos de Palacios después de comer para tomar el AVE hasta Madrid. Jorge nos recomendó ir en taxi de Chamartín a Barajas, para poder facturar 3 horas antes de embarcar, a pesar de lo cual sólo quedaban sitios sueltos de interior cuando facturamos. Me cené los dos bocatas a la hora normal de la Resi y después entramos a embarcar. Despegamos al filo de la medianoche, y nos ofrecieron la cena entre la 1 y las 2 de la madrugada, justo después del ascenso. Avisaron de que nos darían el desayuno justo antes del descenso para aterrizar. No me resultó nada extraño, pues, desayunar a las 9 de la mañana, según el horario español, pero es que en Lima eran las 4 de la madrugada.
Y yo me preguntó ¿cuál es la hora en el avión? Yo cambié la hora después de desayunar, así que tenía ganas de volver a desayunar a las 8 en el hotel. Bueno, como que nuestro estómago entiende que es la 1 de mediodía y quiere comer. Escribo estas líneas después de haber desayunado y antes de marchar a conocer el IMCA, donde comeremos, por supuesto. Aquí la comida dice Jorge que es ridiculamenete barata.
Se me presenta un día gris después de una noche eterna. Lima es una ciudad sombría, mantengo mi primera impresión, donde no ha aumentado apenas la luz desde aquella penumbra que nos recibió en el aeropuerto del Callao.
3 comentarios:
Escribes como si tu historia formara parte de un libro, jeje.
Vaya, yo pensaba que en Lima haría más calor que en Palacios. A ver si mejora estos días.
Venga, pásalo bien y a ya nos contarás cómo es el sitio ese.
agur :p
ya saldrá el solete, hombre
Elena, claro que escribo como estoy escribiendo como si fuera un libro.
Blanca, ya he visto el sol. Ya lo contaré.
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